Argentina mantiene en la Antártida una presencia ininterrumpida desde 1904. Hoy frente al entramado de intereses neocoloniales que avanzan sobre el continente antártico es estratégico reafirmar la soberanía nacional con más ciencia e infraestructura, mejor logística, mayor cooperación internacional y una política exterior antártica autónoma.
Transcurren los primeros años del Siglo XX. Seis hombres cobijados en el interior de una pequeña cabaña recostada al pie de una colina baja y rocosa, soportan con estoicismo la hostilidad del clima y la inmensa soledad de un continente que se extendía, blanco y gélido, por más de 14 millones de kilómetros cuadrados. José María Sobral, Otto Nordenskjöld , Axel Ohlin, Torvald Kr, Gunnar Andersson, y Eric Duse conformaban la pequeña dotación de expedicionarios que impulsados por el afán de conocimiento y aventura, habían arribado el 12 de febrero de 1902 a la isla de Cerro Nevado, en la costa Este de la Península Antártica. Ninguno de ellos sabía aún que lo que empezó como una arriesgada campaña científica se transformaría en una aventura extraordinaria de compañerismo, valor y patriotismo que duraría dos años.
Todo se había iniciado el 27 de octubre de 1901 cuando por el empuje y voluntad de un científico sueco de 40 años, el Dr. Otto Nordenskjold, salieron del puerto de Gotemburgo, en un reciclado buque ballenero rebautizado Antartic, un expedición compuesta por noruegos y suecos al mando del capitán Carl Larsen quienes pusieron rumbo al sur recalando en Buenos Aires el 16 de diciembre de ese año.
El 21 de diciembre parten de Buenos Aires luego que el gobierno argentino los proveyera de comida, abrigo, combustible y otros suministro a cambio de permitir subir a bordo al joven militar entrerriano, el alférez José María Sobral, para que se sumara a la invernada antártica que tenían previsto realizar los expedicionarios nórdicos. La petición no estaba exenta de interés político. El presidente Roca calculaba que la presencia del marino Sobral podría servir de antecedente ante futuras disputas de soberanía sobre el continente antártico.

Luego de realizar distintas escalas, entre ellas Malvinas, desembarcan a seis miembros de la tripulación en la isla Cerro Nevado, en la costa Este de la Península Antártica, entre los que se encontraba el alférez Sobral. Allí , luego de 25 días de trabajo, levantaron una cabaña prefabricada de madera, cubierta con chapas de cartón impermeable a fin de establecerse para pasar ese invierno. Sus dimensiones eran de 6,5 m de largo por 4 m de ancho. Las precarias instalaciones, si bien ubicada al reparo de unas pequeñas estribaciones, debía resistir temperaturas de 45º bajo cero y vientos de hasta 200 kilómetros por hora.
Pero un dramático giro pondría a prueba el carácter y la resistencia de los residentes de Cerro Nevado. Pasado el invierno y ansiosos por la llegada del Antartic que debería recogerlos ese verano, este finalmente nunca apareció en el horizonte de la Península. Las bajas temperaturas en el Mar de Wedell le habían impedido al capitán Carl Larsen llegar a Cerro Nevado y quedó atrapado por el hielo la altura de Bahía Esperanza. En esas circunstancias se decidió enviar a tres tripulantes para que se trasladen a pie a informar de lo sucedido a los invernantes que esperaban ser rescatados de su precario refugio. A pesar de los esfuerzos, estos hombres tampoco lograron su objetivo, quedando aislados durante siete meses en el hielo hasta que lograron llegar a destino
La suerte del velero Antártic no fue más afortunada. El 12 de febrero de 1903 se fue a pique 40 kilómetros al Sur de Isla Paulet. Los 19 tripulantes que aún quedaban de la diezmada tripulación lograron llegar hasta la isla Paulet donde construyeron una choza de emergencia y así sobrevivir durante el invierno de 1903.
Pablo Fontana, en su estupendo libro La Pugna Antártica – El conflicto por el sexto continente 1939-1959, relata que “con el nuevo invierno el carbón se agotó, y fue reemplazado por grasa de foca y otros animales. Aquellos hombres, en el marco mas inhóspito del planeta escribieron las páginas de una de las más grandes aventuras de supervivencia”.
En 1903, sin noticia de los expedicionarios y una creciente preocupación de la ciudadanía, se decidió enviar a la reformada corbeta Uruguay, al mando del Teniente de Navíó Juilio Irízar, al rescate de la tripulación del malogrado Antartic. Luego de ser despedido por el Presidente Julio Argentino Roca, el ARA Uruguay suelta amarras del puerto de Buenos Aires arribando a Cerro Nevado, para júbilo de los sobrevivientes, el día 9 de noviembre. Continuando su marcha Irizar puso rumbo hacia la Isla Paulet donde encontró a los trece náufragos restantes del Antarctic. Estaban milagrosamente ahora todos a salvo.
Finalmente el 2 de diciembre de 1903 llegan al puerto de Buenos Aires donde fueron recibidos por una multitud que los aclama y un gobierno que los recibe con la solemnidad del caso.
El refugio de Cerro Nevado, hoy rebautizado “Refugio Suecia” fue declarada el 26 de julio de 1965 como Monumento Histórico Nacional por medio del Decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº 6058/65, adhiriendo a la declaración de Sitio y Monumento Histórico Internacional (SMH) N° 38, aprobada por la Reunión Consultiva del Tratado Antártico (RCTA) que la convirtió en una de las zonas protegidas por dicho Tratado
Así como el Alférez Sobral fue un adelantado en el plano de la investigación científica antártica, también argentina fue pionera absoluta en materia de Política Antártica. Poco Más de año después argentina decide establecerse de forma permanente e ininterrumpida, hasta el día de hoy, en el continente blanco. En la Base Orcadas, en la isla Laurie, el pabellón argentino flamea desde el 22 de febrero de 1904 fecha en que se conmemora el día de la Antártida Argentina. Luego viene el Instituto Antártico Argentino en 1951, la firma del Tratado Antártico, siendo uno de los primeros 12 miembros signatarios y en cuya oportunidad se hizo expresa reserva del reclamo de soberanía sobre aquel sector que considera propio. También suscribe en 1961 el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente, conocido también como Protocolo de Madrid en cuya instancia se designa a la Antártida como “reserva natural, consagrada a la paz y a la ciencia”, prohibiendo expresamente cualquier actividad relacionada con la explotación de los recursos minerales antárticos u operaciones militares.
En el continente antártico promover la ciencia y el conocimiento es el primer acto de soberanía que realizan los Estado, una política tan importante como lo es rechazar las razones coloniales que esgrimen las potencias hegemónicas, quienes alientan a gobiernos sumisos a que les faciliten el control de una de las regiones más ricas del planeta. Agua, recursos naturales, materiales raros , alimentos, biodiversidad, energía es lo que esconden las entrañas de la Antártida. En este sentido se debe presente las serias limitaciones que significa para el desarrollo nacional no producir su propio conocimiento o proteger y alentar con la mayor autonomía posible su competencias tecnológicas. Para desarrollar una ocupación efectiva de ese territorio se debe también fortalecer la logística antártica. Esto supone el desarrollo de una industria para la Defensa; fomentar la industria naval argentina, invertir en el desarrollo aeronáutico nacional; contar con unas Fuerzas Armadas bien equipadas, remuneradas, capacitadas y con políticas y roles bien definidos en su tarea de brindar apoyo logístico y operativo a la actividad científica antártica. Argentina debe defender los intereses de un país bicontinental, que mira al Sur. Sin dogmatismo ideológicos, con una clara Política Exterior Antártica que sin alineamientos automáticos de ningún tipo, aliente la cooperación internacional pero a la vez asegure el ejercicio de los legítimos derechos territoriales nacionales contra las apetencias neocoloniales, en es británicas pero no exclusivamente, que asoman en el horizonte geopolítico del sistema internacional. En las difíciles circunstancias que atraviesa Argentina es un deber rescatar y honrar, por su ejemplaridad, a pioneros como el Alférez Sobral pero también es urgente recuperar un proyecto nacional y regional que ponga la defensa de los intereses nacionales en la Antártida como prioridad absoluta en su agenda de gobierno.