El Acta de Crecimiento y Oportunidades en África (AGOA) fue más un acuerdo comercial; es la piedra angular de la política económica de Estados Unidos hacia el continente africano. Su propósito era ambicioso: impulsar la industrialización africana, generar empleo y ser un motor potente para sacar a docenas de naciones de la pobreza, fortaleciendo de paso el soft power de Washington. Sin embargo, este marco de preferencias económicas acaba de expirar y su futuro es incierto.
Jorge Poblette
Hace un par de días expiró la Ley de Crecimiento y Oportunidades para África (AGOA), una norma comercial estadounidense promulgada el 18 de mayo de 2000, que otorgaba preferencias comerciales que han sido fundamentales en la colaboración entre Estados Unidos y África en materia de comercio e inversión.
Esta ley, varias veces prorrogadas, permitía la entrada libre de impuestos a Estados Unidos de la mayoría de los productos de los 49 países que integran el África Subsahariana, facilitando así expandir y diversificar las exportaciones africanas a Estados Unidos. A su vez, las empresas estadounidenses aprovechaban las numerosas oportunidades que ofrecen estos mercados emergentes para exportar sus productos y servicios. No es un dato al margen que, según el Fondo Monetario Internacional, muchas de las economías de más rápido crecimiento del mundo se encuentran en el África subsahariana. Países como Ghana, Costa de Marfil, Senegal, y en ocasiones Etiopía, a pesar de los conflictos internos, han superado frecuentemente el 5% o 6% de crecimiento anual, gracias a la inversión en infraestructura, la diversificación económica, y el aumento de la demanda interna.

La AGOA ofrecía, además de los más de 3.500 productos que podían acceder libre de aranceles en virtud del Sistema Generalizado de Preferencias, a otros 1.800 en virtud de la aplicación de esta normativa. Esta cifra que se acerca a los 6,400 productos libres de aranceles para ingresar al mercado norteamericano era un elemento estratégico de la relación África – Estados Unidos. Un aspecto del programa es que no cualquiera de los 49 países África Subsahariana recibía este tratamiento. Los beneficiarios debían cumplir con una serie de requisitos como asegurar la vigencia del estado de derecho además de implementar políticas para reducir la pobreza, combatir la corrupción, proteger los derechos humanos, eliminar las barreras al comercio y la inversión estadounidenses
Para tener una estimación del comercio de bienes y servicios de Estados Unidos con África, este ascendió a un total de 104.900 millones de dólares en 2024, unos 8.000 millones de dólares más que en 2023. Desagregando bienes y servicios, este fue el comportamiento:
El comercio total de bienes el año el pasado, entre Estados Unidos y África se estimó en 72.000 millones. Las exportaciones estadounidenses de bienes a África, ese mismo período, fue de 32.400 millones de dólares, un 12,9 % más que en 2023. Las importaciones estadounidenses de bienes desde África, también en el 2024, totalizaron 39.600 millones de dólares, 1.000 millones de dólares más que en 2023. El déficit comercial de bienes de Estados Unidos con África fue de 7.200 millones de dólares en 2024, una disminución del 27,0 % anual con respecto a 2023.

El comercio total de servicios de Estados Unidos (exportaciones más importaciones) con África ascendió a un estimado de 32.900 millones de dólares en 2024. Las exportaciones de servicios estadounidenses a África en ese período fueron de 19.200 millones de dólares, un 11,4 % más (que en 2023. Las importaciones de servicios estadounidenses desde África ese mismo año fue de 13.700 millones de dólares, un 9,9 % más que en 2023. El superávit comercial de servicios de Estados Unidos con África fue de 5.500 millones de dólares en 2024, un aumento del 15,3 % con respecto a 2023.
Como era previsible, el vencimiento de esta ley que rigió durante 25 años las relaciones comerciales bilaterales, ha generado una profunda incertidumbre entre los países beneficiario ya que su falta de continuidad pone en riesgo procesos de industrialización, diversificación de las exportaciones, miles de puestos de trabajo y la potencial caída de millonarias inversiones, proyectos que ya estaban en marcha.
Hay que señalar que ya el presidente norteamericano había asestado un primer golpe a los países en desarrollo, especialmente africanos, al reconfigurar las funciones de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), una dependencia cuya misión era de Ayuda al Desarrollo y Asistencia Humanitaria que a la vez servía a las prioridades geopolíticas norteamericana. Hoy la USAID tiene un papel secundario y funciona como complemento a la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional (DFC) que apunta a priorizar al comercio y la inversión.
En rigor el paradigma de “comercio, no ayuda” no es estrictamente una innovación. AGOA y el comercio bilateral entre Estados Unidos con el África subsahariana han quintuplicado los recursos que provenían de los programas de ayuda humanitaria u otros de carácter asistencial.
Otro aspecto a considerar respecto de las dudas que genera la prórroga de AGOA es el nulo interés de Donal Trump por los organismos y consensos multilaterales. Van algunos ejemplos. Bajo el lema “América Primero” y con el fin de reducir su déficit comercial, bloqueó el funcionamiento de la Organización Mundial de Comercio. También se retiró de Acuerdo Transpacífico, que establece las reglas comerciales en la región de Asia-Pacífico. Forzó bajo amenazas de nuevos aranceles, la renegociación del NAFTA, acuerdo comercial que tiene Estados Unidos con Canadá y México. También ha influido notoriamente en las decisiones del FMI y el Banco Mundial. Trump es partidario de las relaciones bilaterales transaccionales imponiendo unilateralmente, las más de las veces, sus condiciones y los intereses norteamericanos.

Si Estados Unidos decide finalmente retirarse de este acuerdo comercial, estará minando su propia influencia sobre en el área al incrementar proporcionalmente las ventajas de China, que es por hoy principal socio comercial de África, y dejar espacio para el fortalecimiento de los potentes vínculos de cooperación económica y militar de Rusia con un número significativo los Estados de la región.
Aunque la decisión final sobre continuidad de AGOA depende del Congreso de los Estados Unidos, África debería acelerar la puesta en marcha de la Zona de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA), al que se encuentra en la fase de implementación operativa y que ya sido suscripta por 54 de los 55 miembros de la Unión Africana. Buscar alternativas y nuevos socios comerciales en otras regiones del mundo para no depender de un socio tan impredecible y poco confiable. Eliminar los límites que le impone matriz económica poco diversificada, que le un gran dependencia de las exportaciones de materias primas haciéndola vulnerable en una economía global donde la incertidumbre es la regla y finalmente, debe trabajar sobre las deficiencias en recursos, crédito y capital humano. Quizá sea el momento en que las economías del Sur Global vayan en ayuda de un continente que, a pesar de estas amenazas, clichés y estereotipos, tiene un extraordinario potencial económico.