Brasil está construyendo su primer submarino a propulsión nuclear. Este miembro activo delMERCOSUR, ZPCAS y los BRICs, que ha logrado dominar el ciclo del combustible nuclear, fortalece el control soberano de las riquezas de su Amazonia Azul pero, con este salto estratégico, también modifica el tablero geopolítico del Atlántico Sur.

Por Jorge Poblette

Oculto en la belleza natural de la Bahía de Sepetiba en el estado Río de Janeiro, el complejo naval de Itaguaí trabaja sin descanso en el Álvaro Alberto (SN-BR). Este primer submarino atómico brasileño es el proyecto de defensa más ambicioso del país, transformando así la idílica franja de la Costa Verde carioca en la cuna de la disuasión nuclear del Atlántico Sur. El otro núcleo fundamental del proyecto, que trabaja en el diseño y fabricación del reactor (RMB), está localizado en Aramar, estado de São Paulo.  

Este salto estratégico de Brasil representa la culminación de muchas décadas de esfuerzos científicos y tecnológicos, respaldado por una diplomacia rigurosa y comprometida con la soberanía nacional. Este nuevo desarrollo le otorga a este miembro del MERCOSUR y de los BRICs, una ventaja estratégica insuperable. Al ingresar al selecto club de potencias con propulsión nuclear, se convierte en el primer país del Sur Global, además de India, en alcanzar esta capacidad, alterando de manera drástica la correlación de fuerzas y la dinámica de seguridad, al proyectar poder e influencia más allá incluso del Atlántico Sur.

El éxito del programa naval brasileño se apoya sobre un logro de mayor significado estratégico: el dominio integral del ciclo del combustible nuclear. El control que logró Brasil sobre la totalidad de este proceso es su verdadera carta de soberanía. La extracción del uranio en territorio nacional, el enriquecimiento de este mineral a través de sistemas propios de ultracentrifugación y el diseño y construcción del Reactor Multipropósito Brasileño (RMB), dispositivo clave adaptado para la propulsión naval compacta que generará la energía del submarino, demuestran el dominio integral sobre el proceso que garantizará la autonomía estratégica de Brasil, tanto en la región como en el plano internacional.  

La Marina de Brasil es la responsable del proyecto. A través del Programa de Submarinos (PROSUB) está construyendo una nueva flota de cuatro submarinos convencionales más el buque nuclaer insignia Álvaro Alberto (SN-BR). La construcción del casco y la integración de sistemas del nuevo submarino atómico se delegó en la empresa privada Itaguaí Construções Navais (ICN), una asociación entre Odebrecht y Naval Group (Francia). Sin embargo, el dominio tecnológico más sensible recae en organismos estatales: AMAZUL es el brazo gestor para el desarrollo de la propulsión nuclear, con el soporte de Indústrias Nucleares do Brasil (INB) y la supervisión de la Comisión Nacional de Energía Nuclear (CNEN). Esta arquitectura institucional garantiza que la soberanía nuclear y naval del proyecto permanezcan en manos del Estado brasileño. El proyecto genera además 60 mil empleos directos e indirectos y la participación de universidades y más de veinte centros de investigación.

La protección de Amazonia Azul

El objetivo declarado que tiene el submarino a propulsión atómica Álvaro Alberto (SN-BR) es defender y custodiar  la inmensa Zona Económica Exclusiva (ZEE)  de la Amazonia Azul. Esta es una región que comprende la superficie del mar, la columna de agua que se extiende desde la superficie al fondo del océano, el lecho y el subsuelo marino que se proyecta desde la costa hasta el límite exterior de la Plataforma Continental brasilera. Más el 95% del comercio exterior del país transita por esas aguas de donde también se extrae más del 95% del petróleo (Presal), que explota Brasil. Según el sitio Marinha do Brasil, estas aguas albergan además innumerables recursos vivos, minerales y sitios ambientales, con puertos estratégicos y centros industriales y energéticos de gran importancia.

Más que una zona geográfica, la Amazonia Azul debe considéraselo un concepto político-estratégico que engloba los espacios oceánicos que Brasil orienta al desarrollo nacional, colocando a ese país a la vanguardia de la preservación y el uso sostenible del mar. Son 5,7 millones de kilómetros cuadrados de aguas jurisdiccionales brasileras. El aporte al PBI nacional que realiza la Amazonia Azul se estima en decena de millones de dólares, contribuyendo con más 45% del pescado que se consume en el país y sobre cuya plataforma continental están instalados los cables submarinos que transmiten más del 95% de los datos de internet, conectando a Brasil con el mundo. Se encuentran allí un variado número de minerales como fosfato, ilmenita, sales de potasio, sales de roca y nódulos polmetálicos con altas concentraciones de cobre, niquel, manganeso y cobalto. 

Brasil y su compromiso con el principio de no proliferación nuclear

La construcción del Álvaro Alberto (SN-BR) se da en un contexto geopolítico sensible en materia nuclear.  A diferencia de otros Estados el compromiso brasileño con el uso pacífico de esta energía está consagrado en su propia Constitución. Además, para disipar toda inquietud de la comunidad internacional, el país es signatario de la casi totalidad de los Tratados en esta materia:  el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCEN) y el Tratado de Tlatelolco, que establece una zona libre de armas nucleares en América Latina. Este marco se complementa con su participación en el Grupo de los Suministradores Nucleares y la adhesión al TPAN de 2017, consolidando a Brasil como un país que promueve su autonomía tecnológica sin dejar de apegarse al principio de no proliferación.

Aunque la rivalidad histórica con Argentina fue clave en los inicios de este tipo de  programa,  la situación dio un vuelco en  1991, cuando se formó “la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC), mecanismo por el cual ambos países someten todos sus materiales nucleares, en todas las actividades, a un sistema común de contabilidad y control de materiales nucleares. Ese mismo año se firmó el Acuerdo Cuatripartito entre Argentina, Brasil, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y la ABACC, que es el marco en el que se ponen las actividades nucleares y los materiales bajo salvaguarda de la OIEA.”   

En el ámbito regional, el proyecto del SN-BR debe conciliarse con la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZPPCAS), un marco político impulsado por Brasil y establecido mediante la Resolución 41/11 de la Asamblea General de la ONU. La ZPPCAS exige a los estados signatarios que el Atlántico Sur se mantenga libre de armas nucleares. La posición de Brasil es que el Álvaro Alberto no contraviene esta declaración porque la energía nuclear será utilizada exclusivamente para propulsar el submarino, que estará equipado solo con armas convencionales. Este argumento se apoya directamente en el TNP (Tratado de No Proliferación Nuclear), que garantiza el derecho de los Estados a emplear la tecnología atómica con fines pacíficos, distinguiendo claramente entre el motor nuclear y el armamento nuclear.

El impacto geopolítico de este nuevo poder disuasivo

Una ventaja estratégica que consigue Brasil con la futura botadura de este submarino es que ejercerá una disuasión efectiva y podrá operar con absoluta autonomía tanto en su ZEE como en el Atlántico Sur. El estar propulsado por energía nuclear le permite al SN-BR, un patrullaje encubierto y permanente en todas aquellas áreas que requieran mayor defensa y vigilancia. Esto es un cambio estratégico ya que su capacidad para operar sumergido por tiempo indefinido, sin ser detectado, lo convierte en un instrumento disuasorio de gran efectividad. Estas características hacen que cualquier intento por amenazar los activos vitales de Brasil, sean estos económicos, militares o de soberanía, se transforme en un riesgo de consecuencias demasiado altas para cualquier actor, sea estatal o no.

También el Álvaro Alberto (SN-BR) es una clara demostración de madurez científica y tecnológica ya que prueba que Brasil domina todo el ciclo de producción de combustible nuclear. Esto lo habilita a tener un lugar en la política internacional donde se aborden estos temas, en particular en el Consejo de Seguridad de la ONU o en negociaciones sobre el control de rutas marítimas.

Para el bloque de los BRICS, al que pertenece Brasil, el dominio de esta tecnología simboliza la autonomía estratégica y un desafío al orden global dominado por Occidente, en especial por el G7. El SN Álvaro Alberto, refuerza sin dudas el mensaje de multipolaridad que el grupo busca promover, demostrando que los países emergentes pueden adquirir y controlar tecnológicas de alta complejidad.

Pero sin dudas que el mayor impacto geopolítico se va a producir en el Atlántico Sur. La presencia de este submarino nuclear no solo alterará el poder naval en la región, sino que esta nuevo y poderoso instrumento de disuasión en poder de un país miembro del MERCOSUR y de la ZPCAS como lo es Brasil, obligará al Reino Unido, que también está construyendo 12 submarinos nucleares, y que usurpa ilegalmente  las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y los espacios marítimos que las circundan, a rever en profundidad su estrategia defensiva en ese enclave colonial.

Aunque el rol del Álvaro Alberto (SN-BR) se limite a la disuasión y defensa de la Amazonía Azul, su presencia será un cambio en las reglas del juego en el Atlántico Sur. Al ser Argentina un socio estratégico de Brasil, su estatus como potencia nuclear naval es la reafirmación de un poder regional que se consolida. En un Atlántico Sur donde persiste el anacronismo colonial de las Islas Malvinas, la capacidad de Brasil reconfigura el equilibrio de fuerzas, dejando en claro que el futuro del  mar se decidirá cada vez más fuerza en el Sur.

Jorge Poblette
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