La Inteligencia Artificial, cuyo impulso económico global nace de las entrañas de Silicon Valley de la mano de las grandes empresas tecnológicas, está reconfigurando a escala global la manera de vivir, de hacer negocios y de gobernar. Los países de Sur Global, en medio de las tensiones geopolíticas que genera la competencia por su control y expansión, deben impulsar la inversión, formar nuevos profesionales y alentar un modelo de innovación inclusiva.

Por Jorge Poblette

La extendida idea que el arte anticipa el futuro vuelve a confirmarse. La imaginación, la creatividad, habilidades humanas por naturaleza han permitido, desde hace siglos, transformar las emociones y los impulsos interiores, en obras de arte. Primero la literatura fantástica y más tarde el cine, no solo anticiparon, sino que en muchos casos han inspirados muchos de los proyectos del mundo moderno. La Inteligencia Artificial (IA) fue uno de esos “artificios” que inspirados precursores, sobre todo del género de la Ciencia Ficción, imaginaron. Con sorprendente certeza dieron vida a objeto o autómatas con inteligencia propia en piezas literarias o cinematográficas, donde abundaban los robots, androides y otros seres artificiales muchos de los cuales hoy ya conviven cotidianamente con seres humanos.

No se trata de caer en simplismos o en determinismos tecnológicos pero “Frankenstein”, transformado hoy en un ícono de la cultura pop, de la novelista inglesa Mary Shelley; “2001: Odisea del Espacio”, novela de Arthur C. Clarke y llevada al cine por Stanley Kubrick; «Yo, Robot» obra de Isaac Asimov; «Blade Runner» (1982) dirigida por Ridley Scott y su “replicantes” o las más nuevas creaciones como Black Mirror o Ex Machina son una pequeña muestra de cuanto el arte predijo y anticipó sobre las IA.

La Inteligencia Artificial (IA) no es una herramienta más, una de las tantas apps que abundan en las redes. A un ritmo vertiginoso, este un nuevo alfabeto contemporáneo está corriendo aceleradamente las fronteras del conocimiento y el desarrollo. Su probada capacidad de imitar el razonamiento y las habilidades humanas en la resolución de problemas complejos; su poder para administrar cuantiosos volúmenes de datos y desentrañar patrones; su cualidad para reaccionar, reconocer, recordar, atributos tan similares al comportamiento humano, plantea no solo un desafío para la filosofía y el pensamiento crítico sino también comportan un reto para las políticas públicas. Si bien la IA no es una tecnología estrictamente nueva, su explosión en el año 2025 y la extraordinaria monetización de sus usos, es el resultado de sus últimos progresos con algoritmos más refinados en IA generativa, con el uso de “redes neuronales” que le permite crear nuevos contenidos imitando el habla, creando imágenes y hasta replicando las interacciones humanas. Estos avances, unido a lo que se conoce como Lenguaje Natural, ha multiplicado hasta el infinito tantos sus usos como nuevas aplicaciones.

Estos desarrollos se utilizan en campos tan diversos como la medicina, la ingeniería, el comercio, las finanzas, la educación, el arte, la comunicación y en casi todas las dimensiones de la actividad humana. La Asamblea General de la ONU se ha hecho eco de este tecnología y ha dictado la resolución A/RES/78/311, denominada “Aumentar la cooperación internacional para la creación de capacidad en materia de inteligencia artificial” , que apunta a eliminar las barreras para los países en desarrollo, mejorar la inclusión digital y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pero también la ONU señala los riegos ya que la IA “tienen el potencial para incorporar prejuicios, contribuir a la degradación climática, amenazar los derechos humanos y mucho más. Semejantes riesgos asociados a la IA ya han empezado a sumarse a las desigualdades existentes, perjudicando aún más a grupos ya marginados”.

En consecuencia, el avance tecnológico no es sinónimo automático de progreso; un ejemplo conocido es el de la energía nuclear, con su doble arista civil y amenaza militar. También como otras tecnologías el control de la Inteligencia Artificial se ha consolidado como un activo estratégico de acceso restringido. Las grandes corporaciones tecnológicas ejercen un férreo control sobre su evolución, priorizando la rentabilidad económica y el lucro por encima de la democratización de una de las herramientas más transformadoras de la era moderna. Solo 100 empresas, principalmente en EE.UU. y China, representan el 40% del gasto global en I+D. Estas características han dado lugar a la emergencia de la que muchos pensadores llaman Tecnofeudalismo, para señalar el rol que desempeñan un puñado de personas superricas, dueñas de las grandes empresas tecnológicas, que ejercen un control casi soberano sobre estos ‘territorios’ digitales del cual extraen ganancias exorbitantes de los usuarios, sean personas, empresas o gobiernos. Por supuesto que en ese selecto grupo hallamos Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos entro otros poquísimos invitados quienes, a pesar de profesar actualmente un neoliberalismo antiestatistas, deben sus inicios y crecimiento a enormes inversiones estatales canalizados a través de beneficios fiscales, subvenciones, inversiones públicas y proteccionismo a política comercial exterior.

No hay que subestimar tampoco su sesgo ideológico. La Inteligencia Artificial no se crea en un vacío; es un reflejo de los datos y sus desarrolladores. Hay que tener presente que los modelos de lenguaje de la IA se entrenan con textos e imágenes en inglés o en contextos culturales muy específicos, lo que puede llevar a que la IA tenga dificultades para comprender, priorizar o incluso reconocer realidades, lenguas y prácticas del Sur Global.

Es evidente que el desarrollo de la Inteligencia Artificial no es una mera innovación tecnológica, sino un activo estratégico fundamental. La disputa geopolítica por la supremacía en la IA entre Estados Unidos y China, está redefiniendo el orden mundial. A este reducido club también se han sumado Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita; más atrás aparecen Corea del Sur, Francia, India, Reino Unido, Finlandia y Alemania.

Es este escenario y con estas condiciones que los países emergentes del Sur Global deben adoptar la Inteligencia Artificial, fundamental para su desarrollo. Sin embargo, elegir el camino geopolítico hacia la IA ya se ha convertido en una decisión estratégica decisiva para los países de ingresos bajos y medios, que impactará no solo su propio futuro digital sino también en la influencia de poder blando que podrían ejercer Estados Unidos y China en el Sur Global.

China promueve su estrategia a través de su “Plan de Acción para el Desarrollo de Capacidades en IA para el bien de Todos” y Estados Unidos con un plan denominado “Ganando la Carrera de la IA: Plan de Acción de IA de Estados Unidos” Las estrategias de las grandes potencias quedaron así a la vista. Pero: ¿Será necesario elegir?

El estado de la IA en América Latina y África

En África el apoyo gubernamental ha sido fundamental para incorporar la IA en políticas públicas y garantizar que su desarrollo no aumente las desigualdades. Este continente está viviendo un crecimiento notable en el desarrollo de soluciones basadas en IA. Este impulso viene de la mano de jóvenes innovadores y emprendedores tecnológicos que se han unido a Smart África, una alianza de países africanos, organizaciones internacionales y actores globales del sector privado, encargada de impulsar la agenda digital de África. Actualmente, la Alianza reúne a 40 países miembros, que representan a más de 1200 millones de personas y a más de 50 miembros del sector privado, con la visión de crear un Mercado Digital Único en África para 2030. Si bien la expansión es desigual, tiene un fuerte dinamismo en países como Ruanda, Ghana, Sudáfrica, Nigeria, Kenia y Marruecos que ya han comenzado a incorporar la IA en políticas públicas, servicios digitales y programas de innovación.

Sin embargo, si bien África abordó con audacia la era de la IA, debe superar problemas estructurales como una Internet deficiente, problemas en la provisión de energía eléctrica, la limitación de datos y los elevados costos de los equipos. Las universidades africanas, que en un comienzo carecían de un enfoque de IA sumado a los gobiernos que se movían con lentitud y los inversores que evitaban los riesgos a largo plazo, ralentizaron esta incorporación. Pero entre el 2018 y 2023 las cosas empezaron a cambiar. Los países empezaron a elaborar estrategias reales de IA y a probar su potencial en sectores como la agricultura, las finanzas, la salud y la educación. Hoy en día, la IA está marcando la diferencia sobre el terreno y las mejoras que impulsan el futuro de la IA en África.

Si bien este continente está aún lejos de alcanzar metas aceptables con al IA, su enfoque en en aplicaciones prácticas ayudaría a resolver muchos de los problemas urgentes que sobre todo en el sector agrícola, la salud, a la inclusión financiera entre algunos de los más acuciantes.

En Sudamérica el Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (ILIA) 2024, el último disponible y elaborado por la CEPAL y el Centro Nacional de Inteligencia Artificial de Chile (CENIA) evaluó la situación de 19 países de la región, midiendo el nivel de preparación de cada uno de ellos en relación con la inteligencia artificial (IA). Chile obtuvo el primer lugar del ranking, seguido de Brasil y Uruguay (64,98). Otros países de la región les siguen en la categoría “adoptantes”. Entre ellos figuran Argentina, Colombia y México.

Brasil, la mayor economía de Latinoamérica, está decidido a consolidarse como líder en innovación en IA. Con una inversión superior a los 4.000 millones de dólares, en tecnologías de IA locales, el país busca liberarse de la dependencia extranjeras. El presidente Lula da Silva enfatizó la importancia de esta iniciativa, afirmando: «En lugar de esperar a que la IA venga de China, Estados Unidos, Corea del Sur o Japón, ¿por qué no tener la nuestra? Nuestra inteligencia artificial debe ser inteligente, debe ser una fuente de ingresos y empleo». Hay que apuntar que casi 14 mil millones de reales han sido destinados a innovación empresarial para mejorar su eficiencia y productividad. Además, se invertirán más de 5 mil millones de reales en infraestructura y desarrollo de IA y el resto de los fondos irán a inversiones capacitación, mejoras en los servicios públicos, la salud pública, la agricultura, el medio ambiente, los negocios y la educación. Un paradigma que está muy lejos de los objetivos que persiguen las empresas tecnológicas de los países desarrollados. Además, el énfasis en tecnologías de IA sostenibles y con orientación social se alinea con el compromiso de Brasil con el desarrollo inclusivo. Al abordar desafíos críticos en salud pública, agricultura y educación, las iniciativas de IA mejorarán la calidad de vida de millones de brasileños, reduciendo las desigualdades y promoviendo el bienestar social.

Argentina forma parte de los países que lideran la región en capacidades en inteligencia artificial en conjunto con Chile, Brasil y Uruguay. Hasta el año 2023 estuvo posicionado en el primer puesto en la categoría de fomento público a la inteligencia artificial como reconocimiento a las políticas públicas que se están aplicando en el país para orientar la adopción de la inteligencia artificial y para producir aportes para el sector público y privado. En abril de ese año fuel lanzado Programa de Promoción de Inteligencia Artificial y Ciencia de Datos por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación con financiamiento del proveniente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Con la llegada de Javier Milei, en el marco de un brutal ajuste sobre losorganismo de Ciencia y Técnica, el Programa de IA, si bien no se lo eliminó formalmente, se ha paralizado su ejecución y las convocatorias a financiamiento de Ideas-Proyecto como estaba estipulado.

Para América Latina y África, el futuro de la IA no está aún definido. Si bien sus elecciones están sometidas al escrutinio de las grandes potencias y al imperio de empresas tecnológicas, los países en desarrollo de África y América Latina tienen la oportunidad de aprovechar la tecnología, y en particular la IA para superar desafíos estructurales. Para ello necesita inversión en infraestructura y el diseño de políticas públicas sólidas y de largo plazo. También es fundamental apostar la formación de profesionales en estas disciplinas y establecer redes de seguridad social para mitigar la desigualdad y asegurar que la transición a la era de la IA sea fuertemente inclusiva.

Un verdadero salto en este tipo de tecnología será desarrollar una IA propia de los países en desarrollo. Una mirada estratégica de esta naturaleza, no solo evitaría los sesgos propios de la IA ya existentes, sino que abriría un horizonte de soberanía digital con enormes beneficios para el desarrollo del Sur Global.

Jorge Poblette
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