Los países que suscriben el Tratado Antártico crecen permanentemente. Ya suman 58. La reciente incorporación de países árabes demuestra el creciente interés por un territorio que, aunque rico en minerales, diversidad biológica y clima, sufre las graves consecuencias del Cambio Climático. La ciencia, la cooperación y la protección del medio ambiente son claves para su protección, pero también los son los hábitos personales y la construcción de una economía en la que progreso y planeta sean dos elementos inseparables.
Por pAS
El Tratado Antártico ha sido, por décadas, un símbolo de cooperación internacional, ciencia sin fronteras y paz en una de las geografías más hostiles del planeta. Sin embargo, este modelo enfrenta hoy desafíos crecientes: renovadas tensiones geopolíticas motivadas por su ubicación estratégica; la expansión de intereses económicos que buscan explotar sus recursos; y el impacto acelerado del cambio climático, que amenaza la biodiversidad, los recursos vivos y la estabilidad y la preservación de su masa de hielo.
El ingreso de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos (EAU) al Sistema del Tratado Antártico (STA) constituye, sin duda, una noticia geopolítica de primer orden. Este hito subraya el creciente interés de actores extrarregionales en el Atlántico Sur y la Antártida. Ambos países se unieron como Partes No Consultivas, lo que les confiere el derecho de asistir a las reuniones, aunque sin voz en la toma de decisiones, a menos que demuestren un esfuerzo sustancial de investigación científica en ese continente.

Emiratos Árabes Unidos participó, por primera vez, de la Reunión Consultiva del Tratado Antártico (RCTA), asistiendo con una nutrida delegación a la 47ª sesión celebrada en Milán, Italia, a comienzo de julio del corriente año. Aunque por su condición de Parte No Consultiva no participa con su voto en esas instancias, sino como observador, el programa polar emiratí, conducido por el Comité Directivo del Programa Polar de los Emiratos, busca avances y resultados tangibles. Entre ellos aspira a firmar el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente, mejor conocido como el Protocolo de Madrid, el instrumento legal más importante dedicado a la preservación del ambiente en el continente blanco. También se ha propuesto tener ´presencia física en la Antártida y desarrollar ejes de investigaciones relacionadas con competitividad y cooperación internacional; acción climática global y ambientalismo; avance científico y del capital humano y diversificación económica.
Este año también los Emiratos Árabes Unidos y la República Argentina firmaron un Memorándum de Entendimiento sobre Cooperación en Investigación Antártica, reforzando su compromiso compartido con el progreso científico y la protección del medio ambiente en la Antártida. Abdulla Balalaa, Ministro Adjunto de Asuntos Exteriores para Energía y Sustentabilidad, dijo en ocasión de la firma del acuerdo que “Al unir fuerzas con la República Argentina, nación con un profundo legado en la investigación antártica, no solo estamos expandiendo nuestras fronteras científicas, sino que también impulsamos un conocimiento global más profundo de esta región crucial y su papel indispensable en el futuro de nuestro planeta”. El Programa Polar de los Emiratos (EPP) abre así una vía para la cooperación Sur-Sur en la Antártida, estableciendo un punto de contacto con la Dirección Nacional del Antártico (DNA) y el Instituto Antártico Argentino (IAA). Esta conexión, bajo la órbita del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino, podría facilitar acuerdos en logística, investigación y acción climática, entre otras vías de trabajo conjunto.

Arabía Saudita también depositó el año pasado su instrumento de adhesión al Tratado Antártico. Se convirtió así en la 57.ª Parte de este instrumento multilateral. El ingreso formal del país árabe a la comunidad antártica se produjo mientras se desarrollaba en India la 46ª Reunión Consultiva del Tratado Antártico, marcada por el aumento de las presiones para explotar los recursos en el Continente Blanco, asunto que cobró especial actualidad en aquel momento tras el anuncio del descubrimiento de enormes yacimientos de hidrocarburos por Rusia en el Mar de Wedell.
A principios del corriente año, y por primera vez en la historia, Arabia Saudita envió a dos investigadores en una misión científica a la Antártida. Los mismos recolectaron muestras del continente para comprender cómo la recuperación de las poblaciones de ballenas actúa como un mitigador natural del cambio climático, examinando sus efectos en la captura de carbono. Estos científicos pertenecen a la KAUST Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá la que también ha promovido investigación de los microorganismos de la Antártida con potencial biotecnológico.
En un escenario de reconfiguración global, el Atlántico Sur y la Antártida se han transformado en un importante espacio de interés estratégico del planeta. Su valor trasciende la mera geopolítica; este inmenso territorio es la última frontera crítica de la tierra. No solo atesora recursos naturales vitales —desde pesca y agua dulce hasta minerales e hidrocarburos—, sino que su inmensa importancia científica y su rol ambiental fundamental lo consolidan como el bien más preciado para la humanidad en este siglo.

La Antártida debe ser una prioridad absoluta para la Argentina. El ejercicio de la soberanía en esta región no puede cuantificarse únicamente en términos de recursos económicos. Hay en primer lugar una larga, rica y sacrificada historia de más de cien años de presencia argentina en ese territorio que necesita ser revalorizada y protegida. Y es también un compromiso irrenunciable con el futuro. Gran parte de la salud de la tierra está en juego en los polos: el Panel de Expertos de la ONU en Cambio Climático (IPCC) advierte que el derretimiento polar, impulsado por el cambio climático, podría elevar el nivel del mar hasta 43 centímetros para el año 2100, redefiniendo así las costas del mundo. La Antártida es un regulador del clima planetario y su deshielo provocará cambios en la salinidad de los mares, en las corrientes profundas y superficiales y, en general, afectará a zonas que están a miles de kilómetros de distancias de sus costas. La Antártida está protegida, pero el comportamiento de cada habitante de la tierra acaba teniendo su reflejo en la Antártida. Y lo que pase allí terminará modificando la vida de todos los habitantes del planeta, por muy lejos que estos se encuentren. Salvar la Antártida es también salvar la tierra.


